Si tuviéramos que sintetizar con una palabra la comedia de Brandon Rogers, sería LSD. Si fuera con una analogía, tiraríamos con algo similar a lo siguiente: su humor es como si una convención de afectados por el TDAH se metieran bebidas energéticas en cantidades industriales. Si calificáramos su canal con adjetivos, tendríamos que irnos a desquiciado, frenético, excesivo o surrealista. Y, por último, si necesitaras referentes para entenderlo, Rogers es lo más parecido al universo creado por Míster Jägger que hemos encontrado entre los creadores anglosajones.
Como si el Universo Marvel sustituyera a los superhéroes por la familia disfuncional de Borat
A veces se califica el montaje frenético tan de moda en el audiovisual del siglo XXI con algo negativo. Es verdad que los quinientos millones de planos que forman las películas rollo 'Transformers' u otras dirigidas por Michael Bay no esconden nada de calidad. Pero que una obra eleve su ritmo a cotas de la Ruta del Bakalao no tiene porque ser malo per se. Sus personajes y su tono lo pueden demandar, y ese es justamente el caso de Brandon Rogers.
La comedia de Brandon Rogers es lo más cercano a la fauna selvática. Los tigres, los leones, los elefantes o las panteras campan a sus anchas como los animales salvajes que son. El humor de Rogers no da tregua pero tampoco cansancio. Es una droga pura sin cortar que provoca una adicción brutal en forma de reproducción continua y exhausta de su contenido.
Tal y como hace aquí Mister Jägger, la comedia de Brandon tira de personajes creados por él mismo que se retroalimentan y se cruzan en un mismo universo. Sí, como los colaboradores de 'Sálvame' pero con menos laca en el pelo. Los sujetos ideados por Rogers convierten cualquier tipo de colectivo en la máxima representación del mal, hasta el punto de volver a los protagonistas de 'Alicia en el País de las maravillas' en un atajo de pervertidos siniestros.
La docena de personajes recurrentes que ha desarrollado incluyen estereotipos comunes, muy de andar por casa, pero que tras pasar el filtro cerebral de Rogers acaban perfectamente preparados para entrar a un psiquiátrico: un diseñador de moda que está ciego, el abuelo que no quiere dar caramelos, el malvado gay (escrito e ideado como un compendio de todos los clichés inimaginables) o la madre disfuncional adicta al café a la que parece que le va a dar un parraque.
Porque aquí está el punto más fuerte de Brandon Rogers, la creación de personajes. Si en lugar de haber debutado en 1969 los Monty Python fueran contemporáneos, al lado del canal YouTube de Rogers sus creaciones parecerían tan blancas como 'Farmacia de guardia', 'Cosas de casa' o 'Médico de familia'.
Sam, el primer ser creado por Brandon Rogers, es un estricto anciano cuyo running gag es la negación perpetua de comprar caramelos para su nieto. Por supuesto, los antecedentes biográficos de este abuelo apuntan a una lesión cerebral debido a un golpe en la cabeza sufrido en sus años como luchador profesional. Este es el paradigma Rogers, personajes que parecen escapados de un manicomio. Lo que en guión se conoce como "tornillo suelto" o "cable pelado" elevado a la máxima expresión.
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