El cine es una de las herramientas creativas que mejor reflejan el paso del tiempo y los cambios sociales. Si la última película de Rodrigo Sorogoyen es un retrato de la corrupción presente en la política española, la presencia de dos obras firmadas por youtubers en festivales como Sitges o Cannes representa el cambio de paradigma que está viviendo la industria cinematográfica.
Para aterrizar: breve repaso a la historia del cine patrio
Mientras Paco vivía, en España solo se podía consumir el contenido que él quería. Vamos, algo así como cuando tu abuelo no suelta el mando y sí o sí te comes los documentales de la 2. Por aquella época, el landismo estaba hasta en la sopa y Alfredo era el espejo en el que se miraba el español medio, mientras que otros cineastas como Víctor Erice trataban de serpentear la censura utilizando metáforas de mil tipos.
Cuando llegó la democracia los realizadores con ideas renovadoras comenzaron a invadir pantallas y portadas de periódicos. Pedro Almódovar inauguró los 80 con 'Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón', película muy transgresora a la que le siguieron otros títulos de la primera etapa del cineasta como 'La ley del deseo' o 'Qué he hecho yo para merecer esto'.
El cine de Almodóvar y el que vendría después de la mano de Fernando Trueba, Álex de la Iglesia o [Alejandro Amenábar] tenía como objetivo definir unos géneros cinematográficos que no habían sido bautizados en España. Mientras Almodóvar era experto en comedias incómodas y dramedias, De la Iglesia buscó su hueco en el cine fantástico y Amenábar tuvo su primer acercamiento al thriller con 'Tesis'.
De esta forma, la industria audiovisual en España comenzaba a caminar con paso firme y a testear diferentes colaboraciones con productoras y cadenas de televisión. La llegada de las privadas marcó un antes y un después ya que con Antena 3 y Telecinco en la parrilla las posibilidades de hacer ficción se multiplicaban y con ello el reflejo de diversas realidades de una misma sociedad.
Si a ello le sumamos que en 2004 se aprobó un texto que obligaba a las cadenas privadas a invertir un 5% de sus ingresos anuales en películas españolas o europeas, tenemos como resultado una industria que desde mediados de los 80 no para de avanzar y evolucionar con los tiempos que la acompañan.
El Dogma 95 hoy lo firman Jägger y Rubius
Mientras el panorama televisivo y cinéfilo crecía a buen ritmo y en una dirección marcada, internet construía un mundo paralelo en otro plano diferente. Allá por 2011, Youtube dejaba de ser una plataforma de vídeos recopilatorios de la historia de Sara y Lucas y pasaba a potenciar el contenido propio de creadores como Rubius.
Sin la necesidad de hacer un manifiesto al más puro estilo Lars Von Trier y Thomas Vinterberg, youtubers como Rubius o Loulogio estaban explorando nuevas formas de hacer entretenimiento. Los gameplays cargados de coñas y comentarios personales que hacía Rubius allá por 2011 le han convertido hoy en uno de los máximos referentes del entretenimiento con más de 30 millones de suscriptores.
Si Dogma 95 tenía como objetivo frenar la supremacía del cine comercial americano apostando por obras realistas sin apenas postproducción, los youtubers cambiaron el paradigma de creación y consumo de entretenimiento. No fue necesario redactar un listado de normas que diesen forma a tal dogma, bastó con darle a la audiencia lo que ellos querían ver en televisión y ninguna cadena ofrecía.
El hateo de 'Soy una Pringada', el surrealismo de Jägger o el humor de Wismichu y la posterior evolución de cada uno de ellos, mantiene cierto paralelismo con el papel renovador que en su día tuvieron Almodóvar, De la Iglesia y Amenábar. Estos directores hoy ya consagrados tuvieron una función muy concreta en la historia del cine español: bautizar y llevar al circuito comercial los distintos géneros cinematográficos.
Internet cambia los modelos de producción, distribución y exhibición
Aunque existe cierto paralelismo entre los cineastas españoles de finales del siglo XX y los nuevos creadores digitales, entre ellos también existe una diferencia abismal y que supone un cambio de paradigma: el poder.
En el momento en el que eres un creador como Rubius y cuentas con una audiencia que numéricamente representa a más de la mitad de la población española, tienes la sartén por el mango. Pero, también la tienes si eres Wismichu y tu audiencia supera los 7 millones e, incluso, si rozas el millón como Míster Jägger y logras que tu peli supere en ventas a cualquier título de Marvel (en Amazon).
El simple hecho de que los creadores de contenido cuenten de primera mano con el apoyo de la audiencia es una garantía para los inversores que quieran apostar por su talento. Antes, Aléx de la Iglesia llevaba un guion a una productora y esta tenía que apostar meramente por la idea creativa, arriesgándose a que fuese un éxito o un fracaso económico en salas.
Ahora, los roles están cambiando y son las productoras quiénes acuden a buscar a los creadores porque saben que trabajar con determinados nombres es sinónimo de éxito. Sabes que dónde él o ella esté, irá todo su fandom y eso, amigos míos, ha supuesto un cambio de paradigma en la forma de entender la producción y decidir hacia dónde van los billetes.
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