Jorge Cremades lo intentó, pero en lugar de críticas, sus clips parecían pequeños biopic de sí mismos. Luego llegaron los de Pantomima Full y ahí sí. Alberto Casado y Rober Bodegas encontraron la fórmula de la Coca-Cola. Piezas de un minuto que retrataban la generación millennial desde el costumbrismo más puro pero sin rozar nunca lo rancio y manido. Simplemente nos pusieron un espejo y todos los estereotipos caímos en sus vídeos. Rocío Quillahuaman parece haber llegado desde el género del terror psicológico para hacer lo mismo pero dando mucho miedo. El giro onírico y surrealista que se ríe hasta de los críticos de cine.
El cine, la crítica y lo hater
Antes de que Wismichu convirtiera el Festival de Sitges en el clímax de lo que será su documental junto a Carlos Padial, el evento cinematográfico se apuntó un tanto en redes con una colaboración que incluía a Rocío Quillahuaman. La artista, una de las creadoras digitales revelación de 2018, publicó una de sus características piezas a modo de promo... pero con su estilo.
Como suele ser habitual en los vídeos de Rocío Quillahuaman, su objetivo es el de reírse de la tendencia ultra-hipster que nos impregna. Los flipados, los egocéntricos, los narcisistas y los creídos que siempre retrata Rocío, esta vez están focalizados en la misma figura. La del crítico random de cine. La del personaje que tuitea con lugares comunes, objetivo hater y hashtags sin ningún tipo de carisma.
"¿A quién le importa tu puto Twitter?"
Fiel a su estilo, Rocío Quillahuaman vuelve a tirar de la esquizofrenia y la oscuridad con la que realiza sus vídeos. Mientras la pieza avanza en su objetivo de promocionar Sitges (incluso hay susurros al inicio como en 'Lost'), el falso crítico de cine acaba despertando la feria que llevamos dentro, acabando en un final "made in Quillahuaman". Los gritos, las cabezas abriéndose y las líneas de dibujo se enloquecen para volver a provocarnos pesadillas. Justo lo que suelen hacer las pelis del festival.