Si hay algo innegable es que las redes sociales no solo son parte de nuestras vidas, sino que son una parte muy importante de ella. Estas redes nos han llevado a conocer a personas nuevas, nos han ayudado a estar cerca de nuestros seres queridos aunque vivamos a kilómetros, nos han hecho reencontrarnos con viejos amigos y nos han enseñado a maquillarnos, a cocinar, o a jugar al Fortnite.
Sin embargo, muchos de nosotros - especialmente aquellos que ya antes padecíamos de ansiedad - hemos sufrido en nuestras carnes los efectos que las redes sociales pueden tener en nuestro estado emocional. En este sentido, no son únicamente los creadores de contenido como youtubers o instagramers los que sufren algunas de las consecuencias negativas de las redes sociales: los consumidores de dicho contenido también nos vemos afectados. Los motivos son variados.
La dependencia de las notificaciones
¿No hace dos segundos que habéis enviado un mensaje, publicado un tweet o subido una foto a Instagram y ya estáis bloqueando y desbloqueando el móvil para ver si habéis tenido alguna interacción? ¿Sois incapaces de tener notificaciones acumuladas en la pantalla del móvil y no quitarlas? Pues no estáis solos. Se trata de una situación cada vez más normal y que puede acabar causándonos problemas de ansiedad.
Hyung Suk Seo es profesor de neuroradiología en la Universidad de Corea y en 2017 llevó a cabo, junto con su equipo, una investigación intentando descubrir el efecto que podrían tener las redes sociales en nuestro cerebro. Los resultados obtenidos por estos investigadores sugieren que las notificaciones pueden llegar, incluso, a cambiar la química de nuestro cerebro. La explicación es la siguiente: cuando recibimos una notificación nuestro cuerpo segrega cortisol - también conocida como hormona del estrés -. Es decir, nos genera estrés y este se mantiene mientras no revisemos dicha notificación, pudiendo causar síntomas físicos como taquicardia o sudor en las manos.
En cuanto revisamos la notificación toda esa tensión se alivia. Al darse esta relación una y otra vez revisar las notificaciones se acaba convirtiendo en un refuerzo para nuestro cerebro y provoca que cada vez necesitemos revisarlas más rápido. El problema es que esto afecta directamente a la necesidad de control que tenemos y este estrés constante puede acabar derivando en problemas de ansiedad más graves.
El miedo de estar perdiéndonos algo
Seguro que habéis escuchado hablar de FOMO (Fear Of Missing Out). Una de las más maravillosas ventajas de las redes sociales y de Internet es que podemos enterarnos de todo en cualquier momento. Una de las maldiciones es, también, que podemos enterarnos de todo. Para las personas que, como yo, sufren en una reunión de amigos por no estar enterándose de lo que hablan en la otra punta de la mesa, esta posibilidad de enterarnos de todo es nuestra criptonita.
El miedo a perdernos algo nos hace estar con el móvil en la mano 24/7. Dejar el móvil un rato o estar lejos de él nos puede llevar a sentir ansiedad por el simple hecho de pensar en lo que nos estaremos perdiendo.
Las comparaciones (a veces) son odiosas
Tener un perfil en según qué redes sociales supone estar expuestos a la vida de los demás. El problema es que tenemos tendencia a mostrar únicamente la parte más bonita de nuestras vidas. Es verdad que cada vez más gente empieza a utilizar las redes para hablar también de la parte fea y de cómo no todo es perfecto.
El ejemplo lo tenemos en Germán Garmendia o Xuri Fenton. Ambos han hablado en sus perfiles públicos sobre sus problemas de salud mental, ayudando así a visibilizarlos y a hacer que se desvanezca un poco la imagen de que todo es perfección en la vida de los creadores de contenido.
Las celebrities de toda la vida también están empezando a sumarse a esta tendencia. Este es el caso de Drew Barrymore mostrándose en su cuenta de Instagram sin maquillaje y sudando después de hacer deporte. O de Jameela Jamil, mostrando las estrías de su pecho o negándose a subir fotos retocadas a su perfil.
Sin embargo, cuanto más usamos las redes sociales más expuestos estamos a las posibles comparaciones con lo que vemos en ellas. Esta comparación no difiere demasiado con las que podíamos hacer con lo que veíamos en medios más tradicionales como la televisión o las revistas. Sin embargo, pasamos mucho más tiempo expuestos a las redes sociales y, además, todavía no hemos interiorizado las herramientas necesarias para enfrentarnos a esa exposición.
En este sentido, se han realizado numerosas investigaciones para identificar cómo afectan las redes sociales a las comparaciones sociales que nos hacemos, si es que afectan. En 2014, Vogel y su equipo, encontraron lo siguiente: "las personas que pasan más tiempo en redes sociales como Facebook - y hacen comparaciones entre ellos y los demás - tienen el riesgo de sufrir una peor autoestima".
No fueron los únicos, hace tan solo unos meses, en junio de 2018, Nesi y Prinstein publicaron su estudio sobre cómo algunos comportamientos específicos de las redes sociales - como la comparación social - podrían interactuar con algunos rasgos depresivos. Los resultados de esta investigación esta relación sí existe: "las personas que tengan ciertos rasgos depresivos con anterioridad y que utilicen las redes sociales para buscar reafirmación tienen también más riesgo de que su estado de depresión empeore".
La doctora en Psicología y profesora de la Universidad Camilo José Cela, Marta Mª Redondo, nos indica que las redes sociales, a veces, pueden acentuar los problemas de ansiedad ya presentes: "las redes, y la inmediatez de acceder a ellas a través del teléfono, se han convertido en una forma errónea de rebajar la ansiedad que nos genera la incertidumbre y la falta de control. En lugar de enfrentarnos a ella, y enseñar a nuestro cuerpo a habituarse (lo que nos haría mucho menos vulnerables) algunas personas usan las redes para aliviar la ansiedad a corto plazo".
Uno de los problemas de compararnos con otros es que sentimos que no llegamos a ser suficientes o somos peores de lo que los demás esperan de nosotros, tal y cómo nos explica Redondo: "algunos sujetos emplean las redes como una forma de aliviar la ansiedad por la incertidumbre de no llegar, de no estar a la altura, en este caso buscando la aprobación por parte de los otros. Si la encuentran, el mismo proceso de refuerzo negativo que veíamos antes mantendrá su conducta".
Esto no quiere decir que las redes sociales sean el mal y que debamos alejarnos de ellas para siempre. Lo único que significa es que son herramientas muy nuevas, que las hemos empezado a utilizar sin que nadie pudiera enseñarnos cómo hacerlo de manera responsable para nosotros y para nuestra salud mental y que debemos comenzar a aprender. Primero por nosotros y, segundo, por las generaciones que vengan detrás. Por ello, es hora de que empezamos a conocer las herramientas que tenemos a nuestro alcance para hacer un uso responsable de las redes sociales.
Cómo utilizar de manera saludable las redes sociales
La realidad es que, cuando ya sentimos la necesidad de mirar el móvil todo el rato, de revisar nuestras notificaciones y de estar atentos a lo que suben los demás, dejar de hacerlo puede ser difícil. Si estamos en ese punto tenemos que saber que podemos corregirlo, pero que durante unos días lo vamos a pasar mal.
En cualquier caso, el primer paso es alejarnos del móvil de forma consciente. Para ello, es buena idea que lo dejemos en otra habitación mientras trabajamos, que lo mantengamos guardado en el bolsillo mientras estamos con otras personas o que no lo llevemos si vamos a ir al cine, por ejemplo. Cuando recibamos una nueva notificación, aunque la veamos en la pantalla, deberíamos retrasar de manera consciente el revisarla. Durante los primeros días sentiremos tensión, pero debemos intentar tolerarla.
Marta Redondo, experta en trastornos de ansiedad, nos señala que, efectivamente, el primer paso es alejarnos del teléfono: "acostumbrarnos a dejarlo lejos. No llevarlo de un lado a otro pegado a nosotros como solemos hacer. Cuando hay un problema de ansiedad y se está usando para aliviarla, hay que deshacerse del teléfono y acercarnos a él solo para cosas concretas".
Por suerte para nosotros existen cada vez más herramientas, e incluso aplicaciones de los propios smartphone, que nos pueden ayudar en esta tarea. Así, tanto Android como Apple, e incluso Instagram o Facebook, han desarrollado unas aplicaciones que nos ayudan a contabilizar cuánto tiempo llevamos utilizando el móvil. Esto puede ayudarnos a tener la motivación para conseguir alejar el teléfono de nosotros, pero como todo cambio, requiere de nuestra responsabilidad.
Pasar menos tiempo en redes sociales afectará directamente a lo expuestos que estamos a la comparación. En cualquier caso, también ese sentido tenemos trabajo que hacer. Con las revistas o la televisión ya hace algunos años que todos tenemos claro que la mayoría se trata de Photoshop y que todas esas personas que parecen tan perfectas también tienen sus imperfecciones.
Sin embargo, en las redes sociales parece más difícil ser conscientes de ello. Quizás se deba a que la mayoría de las personas a la que seguimos son personas anónimas o normales y son ellas mismas las que comparten su vida. Uno de los trabajo que debemos hacer es ser conscientes de que, igual que la mayoría de nosotros, lo único que se enseña es lo bonito.
No solo eso, sino que cualquier persona puede sacarse 200 fotos antes de conseguir una foto en la que salga bien y después retocarla para finalmente subirla. Nosotros lo hacemos y los demás también. Debemos recordarnos de manera consciente que lo que se muestra en las redes es solo una parte y que el lado feo de la vida - todos tenemos uno - no se muestra en redes sociales. Sin embargo, que no lo veamos no quiere decir que no exista.
En ocasiones, cuando comparamos nuestra vida con la de alguien concreto, puede incluso venirnos bien hablar con esa persona. Indicarle que te sientes intimidado por su vida perfecta o que te hace plantearte cómo conseguir una vida similar o fotos tan perfectas. Es más que posible que esa persona te revele que no todo es tan perfecto cómo se ve. Además de esto, la Doctora Redondo señala la importancia trabajar en nosotros mismos: "además del uso de las redes habrá que trabajar otras cosas (autoestima, seguridad, dependencia, rigidez, etc) que están detrás y favorecen aparición y mantenimiento".
En casos muy extremos, ya existen asociaciones que pueden ayudarnos a aprender a hace un uso saludable de las redes sociales como Life Three. La idea no es demonizar el uso de Internet y sus herramientas, sino hacer un acercamiento positivo y aprender a usarlas de manera responsable tal y cómo hemos tenido que hacer con todos los elementos novedosos que se han ido introduciendo en nuestras vidas. Nuestra salud mental lo agradecerá.