Vivimos en la época de lo cuqui. Una era social donde nuestro Donald Trump es Mr Wonderful y la banda sonora de ‘La La Land’ nuestro himno. Paralelamente a la cultura hater, la belleza idealizada, limpia y blanca es la favorita de millones de personas que desayunan cada mañana con una taza que reza “Sonríe, es lunes”. Y luego está la tercera vía. El arte más realista, crudo y que sale de ahí abajo… del estómago.
Buceando entre las marismas de Instagram, hemos encontrado a Soy Cardo, una ilustradora que huye de lo cuqui pero a la que tampoco puedes definir como hater. Tira por el camino del medio, concretamente con dirección al cuarto de baño. Y decimos esto porque su estilo roza lo escatológico. Pero es una escatología como con gusto. Dibujos que son pequeños instantes de realidad que nos muestran cuando nos tiramos pedos o nos depilamos. La vida sin filtros de Instagram.
Colores fuertes, con un toque casi infantil, para hablar de cosas de mayores
Como ocurre con los cortos (+ ‘Pieles) de Eduardo Casanova, las pelis de Wes Anderson o el menos hipster Almódovar, Soy Cardo utiliza colores chillones que hacen un poco de tope con la temática de sus historias y su sentido del humor. Un rollo casi fluorescente que aumenta el impacto de sus viñetas. Todo ello con un mensaje de normalidad e igualdad entre géneros.
Su humor: muy tú cuando te miras al espejo cada mañana (o al volver de fiesta)
Chistes sobre relaciones sexuales y emocionales, la cara b de las parejas, lo que hacemos en el baño, lo que pensamos (en el baño también) o crítica al postureo. La mala hostia de su humor baila al son de las canciones de despecho de Los Planetas. Sus ilustraciones podrían estar firmadas por la Amaia del futuro (cuando su inocencia y pureza pasen por el filtro de las hostias de la vida).
El camino hater es el más fácil. El cuqui, obviamente, el más bonito. Pero seguro que el más divertido es el de Soy Cardo. Y ahora niega que no te has ruborizado tras echar un vistazo a sus ilustraciones. Sí, somos nosotros.