Llevo usando Youtube desde hace casi una década. Viendo tutoriales, música o información de cualquier tipo. Empecé a usarlo de forma casi diaria a partir de 2013, cuando aparecieron los youtubers y se posicionó como uno de mis entretenimientos principales.
Twitter se volvió una figura diaria también en mi vida a partir de 2013, e Instagram en 2014. Si antes vivía perfectamente sin estas redes sociales, desde hace 5 años se ha vuelto una rutina en mi día a día.
Reviso cada red nada más despertarme, a lo largo del día, y antes de acostarme. Llegó un punto en el que me cuestioné cómo había llegado a este punto: antes este tipo de plataformas no representaban nada en mi vida y ahora son un elemento imprescindible nivel: no me voy a dormir tranquila si no reviso Twitter antes.
Llevaba mucho tiempo queriendo hacer un experimento: ¿qué pasaría si dejara de revisar todas mis redes durante una temporada? Siempre lo aplazaba porque me agobiaba la idea de "quedarme fuera".
Pero hoy es el día. Año nuevo, vida nueva, empecé el 1 de enero eliminando todas las aplicaciones de mi móvil para comenzar con un detox total de las redes sociales. Spoiler: el síndrome de abstinencia fue real.
Día 1: me di cuenta de que todas las veces que revisaba mis redes sociales no era ni medio normal
A las 3 de la madrugada del día 1 de enero, eliminé todas mis redes sociales del móvil. Como ya sabía que no volvería a usarlas en un mes, de repente me nació la gran urgencia de publicar el máximo de cosas posibles. Como quien se propone no beber en todo el año y se bebe hasta el agua de los floreros en nochevieja.
"No habían pasado ni 20 minutos desde que las borré y ya me di cuenta de que no se me iba a hacer nada fácil"
Al irme a dormir y mirar mi móvil, el dedo se me iba solo a donde antes estaba la aplicación de Twitter, tocando un sitio vacío en mi pantalla. Lo hice de forma totalmente inconsciente y algo se me hizo “crack” en el cerebro cuando no tenía mi "dosis de información”. No habían pasado ni 20 minutos desde que las borré y ya me di cuenta de que no se me iba a hacer nada fácil.
Al día siguiente, al levantarme, todavía en la cama y sin despertarme del todo, la mano automáticamente se me fue al móvil para desbloquearlo y tocar la aplicación de Twitter, y de nuevo pulso en un sitio vacío. Después de desayunar, en la mesa, de nuevo. Al sentarme al sofá, de nuevo. Al ir al baño, al salir a la calle, al sentarme al coche, al llegar de vuelta a casa, antes de acostarme…
Me pasé el día pulsando un sitio vacío en el móvil.
Día 4: me siento totalmente desinformada y fuera de la esfera social
Twitter siempre ha sido mi fuente de información principal. Si surgía alguna noticia relevante a lo largo del día, Twitter era el primer lugar por el que la descubría, o al que iba a consultar.
En este momento me acuerdo, por ejemplo, el día del referéndum de Barcelona, el 1 de octubre. Estuve pegada a Twitter para buscar la información de primera mano de gente que estuviera allí, o el 17 de agosto, el día del atentado. Antes que ir a la televisión, o a un medio, Twitter era mi fuente de información.
Cuatro días después de no revisarlo me sentía que estaba totalmente fuera de todo lo que estaba pasando. Como si de tener mucho ruido a lo largo del día pasara al silencio total.
No tardé mucho en buscar otra alternativa: Flipboard. De repente me sentí una yonki de la información, porque ni una semana había durado sin revisar la actualidad. En este punto descubrí que de hecho Flipboard es una buena opción, pero me faltaba el elemento humano y directo que tiene Twitter y los memes y los tweets depresivos, para qué mentir. Y aún así, lo miraba quizás una o dos veces al día durante el viaje en metro.
"Sentía que estaba totalmente fuera de todo lo que estaba pasando, como si de tener mucho ruido a lo largo del día pasara al silencio total"
Con Youtube me había pasado lo mismo. En los cuatro días que habían pasado, tuve que hacer incluso un esfuerzo activo por no ver nada, porque mi círculo de amigos o del trabajo pasaban vídeos de Youtube constantemente, ya sea por Whatsapp o en persona (el típico “eh, ¿has visto este vídeo?”).
Por lo que vi que, durante mucho tiempo, no he usado solo esta plataforma como entretenimiento, sino como otra fuente de información, además de muy potente.
Por otro lado, deshacerme de Instagram me hizo sentirme muy desconectada de mis amigos. Las instastories y las publicaciones era la forma en la que sabía qué hacían o dónde estaban. De hecho muchas veces no les preguntaba qué habían hecho ese o tal día porque ya había visto sus instastories, y en base a eso comenzaba la conversación cuando les veía en persona.
Representación total de yo con mis amigos:
Ahora cuando hablaba con ellos tenía la sensación de que se daba por hecho que sabía lo que habían hecho ese día según lo que publicaran. Pero no, me había pasado cuatro días sin saber nada de ellos, a no ser que habláramos por teléfono. Y es una sensación que había perdido desde hace años.
En este punto es inevitable preguntarme en qué momento me nació la constante necesidad de saber todo lo que pasa constantemente en todas partes, ya sea tanto a nivel social o lo que me rodea, o de mi círculo de amigos. Y, claro, obviamente por no querer quedarme fuera.
Día 8: ya me voy acostumbrando
Después de una semana sin redes sociales, el síndrome de abstinencia ha menguado. Es verdad que en ciertos momentos del día se me sigue yendo el dedo (como quien está acostumbrado a fumarse un cigarro después de comer durante años), y es cuando lo echo en falta.
Había llegado el fin de semana, y fue la vez que más noté que era la única que no estaba en las redes sociales en mi círculo de amigos, donde todos rondamos entre los 24 y 28 años. Las conversaciones a veces giraban en torno a un vídeo que habían visto todos, o una noticia que ha volado por todas partes, menos por mi móvil. Podría decir que me sentía desplazada, como en un primer momento, pero no fue para nada así. Bastaba con que me contaran de lo que estaban hablando en un minuto.
De hecho, en ese momento sentí una economía de tiempo brutal: no he tenido que pasarme horas al día en Twitter para enterarme de lo más “relevante” que ha pasado, simplemente me he sentado a escuchar un resumen. Para todo lo demás, tenía Flipboard.
Pero incluso en Flipboard a veces no podía huir de las redes sociales, dentro de las noticias muchas veces venían embebidos vídeos de Youtube, y la noticia giraba en torno a dicho vídeo, o un tweet o cualquier otra cosa que haya sido destacable en las redes sociales.
Día 14: creía que el mono se me iba a pasar, pero no
Cuando empecé con la desintoxicación de las redes sociales mi idea principal era que al final pudiera desprenderme de la necesidad de revisarlas a cada momento. Para mi sorpresa habían pasado dos semanas, y si bien en un principio se me había pasado el síndrome de abstinencia, de repente otra vez me ha surgido una necesidad urgente de revisar mis redes.
Me di cuenta de mecanismos de mi cabeza que tenía que pillar al vuelo, pensamientos como “han pasado dos semanas, por un vistacito no pasa nada”, o “si miro a escondidas nadie tiene que saber que he fallado el reto”, o “ya no tengo síndrome de abstinencia, por darme el capricho de mirarlo un momento no pasa nada”. Pensamientos que me recuerdan bastante a los adictos intentando convencerse de que “por una vez suelta no pasa nada”.
"Habían pasado dos semanas y aún así el síndrome de abstinencia era más fuerte que nunca"
Ese tipo de pensamientos incluso me hicieron más complicado no revisarlas, casi tanto como al principio. Sentí que había pasado una curva un poco de rara de “necesito revisarlo”, a “ya no lo necesito tanto” a “ha pasado mucho tiempo, necesito saber qué ha pasado”.
Quitando todo ello, en cambio las últimas sentí que había sido más productiva en el trabajo. Revisar Twitter formaba parte de mi día a día para no perderme nada de la actualidad, cosa que forma parte de mi trabajo. No tener una interrupción constante me ayudó a focalizarme mucho más en mis tareas del día a día.
Y por último, pero no por ello menos importante, me daba rabia no poder usar Twitter no solo por la actualidad, sino porque se me ocurrían tuitazos a cada momento que no podía publicar. Normalmente cada vez que se me ocurría algo o quería contar algo gracioso del día, no tardaba menos de un minuto en compartirlo. Ahora todas esas ocurrencias y chistes me los tenía que guardar, y es una sensación rara tener que guardarte un pensamiento solo para ti mismo, sin compartirlo de forma inmediata. Lo cual me parece muy Black Mirror.
Día 17: lo empiezo a echar en falta en mi día a día muy en serio
Creyendo que poco a poco me iba a hacer menos falta las redes sociales a medida que pasara el tiempo, el efecto fue justo al contrario. Si al principio la curva se pasaba a que no me era tan necesario a lo largo del día, comencé a tener más necesidad que nunca.
Para mi sorpresa, un sentimiento de soledad empezó a conquistarme en los últimos dos días. Ahora el hecho de no saber nada del día a día de mis amigos, ya sea por Twitter o Instagram, de forma tan prolongada, hizo que me sintiera muy aislada.
La dinámica con mis amigos cambió de forma muy palpable. En los últimos tres días no había coincidido con mi compañera de piso y mejor amiga en persona, y cuando nos vimos nos sentamos a tomar una cerveza en el salón para contarnos lo que habíamos hecho ambas esos días. Cosa que no era así nunca, siempre lo sabíamos por las instastories.
"Un sentimiento de soledad empezó a conquistarme en los últimos días"
Por una parte había sentido esa soledad, pero por otra poder sentarme con ella a que me contara en persona sus proyectos y sus actividades esos días me hizo sentir más unida a ella.
Es extraño porque diariamente mantenía el contacto con varias personas ya sea contestando a sus tweets o a sus instastories, y viceversa, y era una manera de saber del uno del otro sin la necesidad de vernos a diario, pero ahora me sentía bastante aislada de ellos.
Día 24: las redes dejan de estar presentes en mi cabeza
Después de los días del terror, volvió la calma. A pesar de mi alarma en la tercera semana del mes, de repente en el día a día dejé de tener en cuenta las redes. Me había habituado a ello. De hecho sólo empecé a acordarme en los últimos días sobre este reto cuando la gente me preguntaba.
“¿Cómo te está yendo sin redes?”, o cuando la gente comentaba un vídeo que habían visto o una tendencia en Twitter, y salía algún que otro comentario de “Ah, es verdad, que estás sin redes”, ahí es cuando ya era consciente otra vez de que no estaban a lo largo de mi día. Cosa que en parte me alivió y en parte me hizo darme cuenta de que realmente uno se puede acostumbrar a estar sin Twitter, Instagram o Youtube. De hecho me hacía mucha gracia que la gente tratara de explicarme los vídeos con palabras, describiendo lo que habían visto, sin enseñarme el vídeo en cuestión. Era como ver el vídeo a través de las sugestiones de la gente.
"A pesar de mi alarma en la tercera semana del mes, de repente en el día a día dejé de tener en cuenta las redes. Me había habituado a ello"
Por ejemplo estos días surgió la polémica de cómo escribía la gente la “x” en Twitter. Y pensé para mis adentros: “pues tampoco me he perdido nada importante realmente”. Y esa es la cuestión, la sensación de estar perdiéndonos algo constantemente seguramente sea falsa, porque de las cosas importantes seguramente nos acabaremos enterando.
Ahora podía dedicarme a mirar series, o películas, o hablar con gente sin mirar el teléfono constantemente. Lo que hacía que me focalizara mi atención al 100% en la situación que estuviera. Solo miraba el móvil en mis momentos muertos del día.
En este punto vuelvo a pensar en que me gustaría incorporar la costumbre de no mirar mis redes tan a menudo cuando vuelva a “la normalidad”. Pero una cosa no os voy a negar, ganas de twittear tengo.
Día 31: el final del mes de la sequía y conclusiones
"¡Hoy es el día!" me dice mi compañera de trabajo, que se sienta conmigo en la oficina. La miré extrañada y pregunté de qué exactamente. "¡De las redes sociales, mañana podrás volver por fin!". No había caído en ello hasta que ella me lo recordó, lo que me parece muy destacable.
Después de un mes, he conseguido que realmente las redes sociales se desplazaran totalmente de mi escala de valores, cosa que no pensé que llegara a pasar al acabar el reto. Me imaginaba más bien ansiosa por volver a echar un vistazo a Instagram, ponerme al día de las cosas. Pero me ha dado tan igual que hasta me lo ha tenido que recordar mi compañera de trabajo de que acababa el reto.
Este mes me ha hecho coger una perspectiva nueva de las cosas. Hasta animaría a la gente a que intentara hacerlo alguna vez.
No hay duda de una cosa, y es que ahora las redes sociales lo han plagado todo: desde medios de comunicación hasta nuestras relaciones sociales. Se han arraigado tanto en nuestra vida y percepción de la misma que es casi imposible desapegarse de ellas del todo. Pero eso no quiere decir que no podamos controlar su consumo (o descansar de ellas un mes).
Personalmente, me siento muy satisfecha de haber superado el reto. Ha sido una forma de ver que por mucho que nuestro mundo gire en torno a las redes sociales, la elección de cuánto tiempo queremos dedicarles y a qué nivel queremos involucrarnos en ellas está en nuestra mano totalmente, y por no usarlas nuestra calidad de vida o relaciones sociales no decaerán (al menos las importantes).
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