Que los festivales son algo así como fiestas de pueblo adaptadas a los gustos de los diferentes gremios sociales es algo que ya deberíamos tener bastante asumido. De hecho, los festivales están tan presentes en nuestra vida que hay quien organiza sus vacaciones en torno a ellos o, incluso, quien pasa sus vacaciones enlazando el Low Festival con el Arenal Sound.
Arriondas: lugar de peregrinaje de la generación Z
Hasta hace bien poco los festivales españoles tenían como objetivo satisfacer al público indie y hipster. Así, todos ellos peregrinaban en masa de Malasaña o el Born hasta Aranda del Duero y Bilbao en busca de su dosis de Radio 3. Pero, claro, ahora Radio 3 también pone trap.
El indie ya es comercial y el trap es lo más cercano al underground. Sidonie y La Bien Querida son nombres que dicen mucho si estás cerca de los 30, pero que suenan a élfico a los universitarios actuales que están a tope con La Zowi y Natos y Waor. Todo ello convierte a la música urbana en el nuevo género a explotar por los festivales. Porque por mucho que Broncano le intente cambiar el nombre a Bad Gyal, artistas como ella Yung Beef o C.Tangana son el reclamo actual.
Los prejuicios a la hora de escuchar música cada vez son menores y, aunque parezca contradictorio, Puchito y Willy Bárcenas comparten fandom. Del mismo modo que a los concursante de OT 2017 no se les ha puesto el apellido "triunfitos", el Riverland Festival abraza la heterogeneidad como propuesta de valor.
La venta masiva de abonos (4000 el primer día) confirma que el cartel es todo un acierto. Y es que, tanto si te gusta el lado indie del cartel (Miss Cafeína, Sidecars, Beret) como el urbano (Kaidy Cain, BAd Gyal, C.Tangana, Fernando Costa y Natos y Waor) merece la pena porque la presencia de ambos géneros musicales está bastante equilibrada.